domingo, 12 de mayo de 2013

SEGUROS DE VIDA Y MÁS "AL BIES"
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Otra historieta de apariciones demoniacas.
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El malvado A.L. Bies pudo contar solo treinta y cinco "Buenos días, amo" desde que salió de su vehículo hasta que escuchó el de la incapaz de su secretaria. Aquello significaba que alguien había faltado a trabajar ... probablemente de manera justificada, sí; pero una vicisitud así era motivo más que suficiente para que su ijada se dispusiera a centrifugar la verbena de humores gástricos que desde muy joven y día a día fueron labrando su anguloso carácter.

Ya en el vestíbulo de la oficina, la omnipresencia de su corpachón escudriñando la más insignificante posibilidad de que algo no estuviese como él había dispuesto en la Agenda, puesto en pie en el centro mismo de la estancia, bajo aquel soberbio abrigo de piel obscura, en silencio, constituía una escena que Loli, la incapaz, tenía bien clavada en el centro mismo de su alma. Desde las vertiginosas cuencas de sus ojos, las grises pupilas examinaban despacito los renglones que escribían el “PLAN DEL DÍA”, moviéndose ora de lado a lado, ora de arriba abajo; al compás de un incipiente rugido en su respiración queda y profunda.

--- Loli, maja, ¿Qué es esto? ...¿es una broma? ... ¿es una broma,  Loli querida?

Exclamó por fin Bies, con un soniquete juguetón en el que la empleada acertó a escuchar una partitura macabra.

Aquello no había ocurrido nunca, simplemente porque era impensable, porque era imposible. Con el corazón quieto más que encogido, los tuétanos congelados y una marcha bailona que a cada paso amenazaba con llevarla al suelo, afrontó Loli su cruel destino y avanzó con los ojos en blanco hacia su jefe, que la esperaba conteniendo un salvaje arrebato.

Cuando estuvo a la distancia de una brazada, cuidándose mucho de no mirar al Sr. Bies a la cara, tomó la Agenda de sus peludas manos de oso pardo y, a pesar de los amplios temblores, acertó a leer:

8.30 --- RECEPCIÓN MR. TAKADA.

8.52 --- PRESIDENCIA PLENO CONSEJO SOBRE INCREMENTO IMPORTE CUOTAS SEGUROS VIDA.

9.30 --- ENTREVISTA CANDIDATOS PUESTO DIRECTOR EJECUTIVO SEDE AMSTERDAM.

10.00 --- ENTREVISTA CON LUCIFER. 

La pobre muchacha levantó sus ojos empapados implorando una pizca de piedad. Intentó articular algún gemido, pero fue por completo imposible. Ella no había escrito aquello, naturalmente; pero el hecho incontrovertible e inapelable era que allí estaba:

"10.00 --- Entrevista con Lucifer"

Y, con absoluta indiferencia de lo que pudiera significar, fuera o no una broma, independientemente de que se tratara de una gamberrada, un descuido, un fenómeno paranormal o cualquier otra cosa; lo cierto, lo único cierto y trascendente era que el “PLAN DEL DÍA” contenía un error y quien fuera responsable de aquello lo era también de la más grave afrenta que nadie pudiera cometer contra el ínclito y esclarecido Sr. A.L. Bies.

Tuvo Loli, sin embargo, la fortuna de que aquel renglón aún humeaba y, así, descartando la posibilidad de que mortal alguno osara tamaño atrevimiento, interpretó el sagaz consultor y empresario que fue escrito por algún ente sobrenatural, quizá por quien propiamente se anunciara, de modo que, según se inclinaba Loli buscando la bragueta de su amo a fin de recurrir a la última instancia en señal de arrepentimiento y devoción, agarró su jefe un manojo del obscuro cabello de la postrada testa y levantó a su dueña en vilo hasta que la llevó a la altura de sus ojos. Reflexionó Bies por unos momentos penetrándola con su mirada y, en un inesperado y providencial quiebro, sonrió. Dejó que los pies de la rendida empleada se posaran sobre el firme, y que todo su cuerpo bailongo retomara el equilibrio y le acarició un poco el pubis como prueba inequívoca de absolución.

 --- Dudo mucho que esto sea cosa tuya --- sentenció por fin ---  ¿Quién es el Takada ese? --- añadió inmediatamente, marginando en apariencia el extraño y serio incidente.
--- El Director General de Coca-Cola Corporation, Señor. --- balbuceó la secretaria como buenamente pudo, componiéndose el cabello presurosamente y enjugando sus ojos emborronados de lágrima y pintura.
--- Y... ¿qué tripa se le ha roto?, ¿para qué quiere hablar conmigo?
--- Desea felicitarle personalmente por su onomástica, Señor.
--- Pues llámale y dile que me he quedado dormido. A los candidatos para Ámsterdam les dices que ninguno da el perfil, que no van a encontrar trabajo en su puta vida. Llamas al Consejo y les comunicas que la cuota se incrementa en un 40%. Luego te largas, y arréglate ese pelo, que así estás incluso más desagradable  --- ordenó de una sola vez mientras entraba en su despacho.

 Los muros que delimitaban el amplísimo salón de Bies no tenían ventana alguna, ni más mobiliario que su sitial, un perchero y una gran mesa de noble caoba; sobre ella una pequeña lámpara dorada que enfocaba siempre hacia sus manos; un rústico teléfono blanco y una preciosa escribanía. Esos eran todos los pertrechos de los que disponía para afrontar la hostil negrura de una habitación toda enmoquetada.

Colgó su pesado abrigo en el perchero y se sentó golpeando acompasadamente con la punta de sus dedos sobre el tablero de la mesa. "Conque Lucifer, ¿Eh?", pronunció para sí. Y de este modo permaneció esperando impaciente a que tocaran las diez.

A las 9.59 h. un intenso olor a azufre impregnó la estancia, de entre las obscuras paredes comenzaron a brotar los acordes de "La Pasión según San Mateo".

A las 10.00 h. saltó el fogonazo. Bies se recostó en su asiento colocándose las manos en la nuca para adoptar una perspectiva que no le privara de ningún detalle del espectáculo del que, dicho sea de paso, tampoco esperaba nada del otro mundo.

Apareció primero un bichejo muy feo que tenía patas de cabra y cabeza de perro, bastante desagradable, el muy cabrón. Resoplaba esparciendo por la habitación vaharadas de aliento hediondo y danzaba en el sitio con intención incierta. Tampoco se prodigó demasiado aquella bestezuela, menos mal, que el tufo era ya inaguantable. Dio paso, tras desvanecerse sin mayor pompa, a una serpiente que no debió ser la que tentó a Eva, tal era su desaliñado aspecto. Se contoneaba el reptil con oficio, dibujando lascivas curvas, siseando con su lengua maldiciones y sortilegios. Los ojos rojos, como todo bicho del Averno que de tal ser precie; pero, al poco, entre eses y meneos desapareció el diabólico ofidio para ceder el turno a otro engendro acaso más repugnante que el primero. Este, a falta de pestilencias gaseosas, dejaba caer babas viscosas de su hocico prominente, y a poco estuvo Bies de cortarle el rollo de un guantazo y mandarle a paseo con tal de evitar el estropicio que estaba obrando en la fina moqueta del suelo, que quedó hecha unos zorros después del numerito; mas, llegados a este punto, - pensó - no era cosa de perder los estribos por una afrenta más. Aguardó por tanto prudente al desenlace de lo que consideró un ramplón entremés que no dio mucho más de sí. Algunas escenitas más, sin embargo, hubo de aguantar A.L. Bies entre bostezos y suspiros hasta que, por fin, dio en aparecer quien se presentó como el “Príncipe de la Tinieblas”. Tras algunas puestas en escena que supuso formaban parte del protocolo, como dejar sus ojos en blanco; hablar en latín al revés (bueno, eso fue lo que quiso creer; que lo mismo era un farol); soltar rayos y centellas a discreción; hacer pases de pecho con su capa y otras memeces de esta guisa, alzó Belcebú los brazos para abalanzarse, acto seguido, hacia la mesa del magnate...

--- ¡SSSSHHHHHH! ... mucho cuidadito con esas manazas que esta mesa vale diez mil pavos --- Interrumpió A.L. Bies visiblemente irritado, tras haberse incorporado de su asiento de un salto y mientras señalaba con su dedo recio e inquisidor al bravucón Demonio.

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