A los que
nos dedicamos a este oficio, a menudo se nos pueden leer comentarios
peyorativos indicando que determinada obra resulta muy comercial, o que hace
demasiadas concesiones al gusto del gran público. Y ése es un defecto que a
este humilde crítico le ha resultado siempre insoportable, hasta el punto de que
cuando abro un libro, no puedo evitar pensar que el autor lo ha escrito siendo
consciente de que existen personas que lo van a leer, y desde ese mismo momento
está prostituyendo su escritura. La pureza de la idea original queda manchada
por el mero hecho de pretender que sea leída.
Esta idea
me ha estado obsesionando durante años, en los que me esforzaba por encontrar
una obra que reflejara el alma del autor tal cual es, en lugar de su proyección
hacia el exterior, y finalmente me había convencido de que era algo imposible
de encontrar. Hasta que por casualidad, hurgando en el cajón de la cocina, vi
la respuesta a mis inquietudes, un libro escrito sin la menor pretensión de llegar
a ser leído jamás:
El manual de instrucciones del frigorífico LG
GB5135SWCW.
Ahí estaba,
intacto, como el día que llegó a casa, envuelto en una bolsa de plástico, mezclado
con otros manuales, facturas de reparación, unos vales caducados del LiDL, el
abrelatas modelo explorador que sólo aparece cuando no lo buscas, alguna chapa
de refresco, alambres de pan Bimbo, un trozo de cuerda, pilas agotadas y todo
el resto de la fauna y flora que suele poblar ese medio. Temblé de ansiedad.
¿Qué hacer? Lo tomé en mis manos y lo saqué de su envoltorio sin animarme a
abrirlo, demorando ese momento tan esperado.
Por un
lado me pesaba enormemente la responsabilidad. Yo iba a ser el primer humano
que leería ese libro, y muy probablemente también sería el último, por lo que
mi juicio iba a resultar definitivo. Pero luego me alivió pensar que lo que yo
opinara de esa obra no iba a tener la menor trascendencia, ya que nadie iba a
dejar de leerla por una mala crítica, o animarse a hacerlo por lo contrario.
Así pues,
me senté en mi sillón favorito con una copa de vino y me dispuse a disfrutar del
primer ejemplar de literatura pura que había caído en mis manos.
Y ahora
sí, abandono los preámbulos y entro en materia, es decir, la crítica
propiamente dicha.
La primera impresión es que se trata de una edición
cuidada, multilingüe, bien compuesta y adecuadamente encuadernada. Como yo sí
tengo la obligación de hacerme entender, usaré las citas de la parte del manual
escrita en castellano ya que sospecho que la familiaridad de mis lectores con
el idioma original, chino mandarín, es menor de la deseable.
Aunque sea contrario a las convenciones habituales
en la crítica literaria, debemos manifestar, ya desde el inicio de este
artículo, que nos hallamos ante una obra que sólo podemos calificar de sublime,
y lamentar que esté destinada a permanecer en la más obscura ignorancia.
Nuestro anónimo autor muestra un firme pulso literario en una audaz mezcla de
géneros y estilos, desdeñando con decisión los límites de cualquier
encasillamiento que pudiéramos intentar.
Así la primera parte del opúsculo - me atrevo a llamarlo de esta forma por su
corta extensión, apenas 28 páginas incluyendo ilustraciones – parece pensada
para sugerir nuevos caminos al trillado género de la novela negra, empleando el
insólito formato de aviso de prevención de riesgos. Dichos avisos, en
apariencia inocentes, cuando no ridículos (“No
se cuelgue de la puerta, de los estantes de la puerta, de la barra hogar del
congelador ni de la cámara frigorífica”, “Tenga cuidado al abrir o cerrar las puertas del refrigerador, ya que
podría dañar a las personas que se encuentren cerca del aparato” o “No coloque animales vivos en el interior del
refrigerador”) alcanzan unas cotas de dramatismo escalofriantes cuando
advierten de las consecuencias de no seguir esos consejos (“El refrigerante que escape de los tubos se puede incendiar o provocar
daños en los ojos”, “evitar que los niños queden atrapados en su antiguo
frigorífico”, “Si coloca el refrigerador en un lugar inestable, al abrir y
cerrar la puerta podría caérsele encima y.” – Sí, han leído bien, “y.”)
Mas no pensemos ni por un instante que la obra
permanece en ese terreno cercano a lo truculento, porque más adelante, en una
pirueta antológica, el autor trasciende nuevamente los géneros al uso para
adentrarse, en la sección dedicada a la Instalación y Funcionamiento,
directamente en el ámbito de la metafísica y el inferencialismo rabiosamente
contemporáneos. Es asombroso cómo de un
plumazo consigue hacer que se tambaleen las teorías de Ludwig Wittgenstein (“La temperatura interior real varía
dependiendo del estado de los alimentos, ya que la temperatura indicada se
facilita a modo de referencia; no se trata de la temperatura real dentro del
frigorífico”). O cómo ridiculiza sin piedad la inacabable disputa entre las
escuelas filosóficas continental y anglosajona (“Si no encuentra alguna de estas piezas en su aparato, debe tener en
cuenta que pueden ser piezas que sólo se utilizan en otros modelos”)
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Uno de los enigmáticos dibujos que ilustran la obra |
No se asuste el lector pensando que se trata de un
trabajo de difícil digestión o sólo apto para especialistas. Es una obra ligera
y me atrevería a decir que insólitamente divertida, como se comprueba en los
capítulos siguientes (Recomendaciones relativas a conservación de alimentos, Cuidados
y mantenimiento) en los cuales nos seguimos encontrando con un creador en
estado de gracia, capaz de escribir frases memorables como “Para poder regular fácilmente el mando de la
temperatura, evite almacenar comida cerca de la esfera del mando de la
temperatura”. Me atrevo a utilizar el calificativo de genio para alguien
que haya sido capaz de emplear la repetición de términos como recurso para
enfatizar lo absurdo de tan fútil recomendación. También resulta memorable ese
hilarante momento en el que bajo el epígrafe “Sustitución de la lámpara” se nos dice “Utilice una lámpara LED de DC12V 0.75W.” para, a continuación
aclarar que “Si la lámpara LED resulta
dañada, debe ser sustituida por el servicio técnico no por usted mismo”. A
mis sagaces lectores no les habrá pasado inadvertida la ausencia de coma junto
a la palabra no; ¿debería ir antes o
después? Brillante, bri-llan-te.
De nuevo los calificativos se agotan cuando llegamos
al capítulo dedicado a Localización y reparación de averías. Sólo el talento de
los mejores es capaz de producir el despliegue de precisión, ingenio y suspense
que muestra dicha sección. Baste un ejemplo donde luce en todo su esplendor la
fusión de terror y humor que caracteriza esta fascinante publicación.
Problema:
El frigorífico
despide mal olor
Causas:
- Los alimentos que
despiden mucho olor deben guardarse herméticamente o envolverse.
- Compruebe si hay
comida estropeada.
- El interior necesita
limpieza. Remítase a la sección LIMPIEZA.
Lo fácil y lo obvio hubiera sido que esta última sección
quedara como apoteósico final; mas nuestro escritor, o mejor, Escritor, no es
amigo de los recursos manidos y nos ofrece como colofón dos páginas
sobrecogedoramente bellas tituladas “Para invertir el sentido de apertura de
las puertas”. Ahorraré al lector la enumeración de las precauciones señaladas
al comienzo de este epílogo; discúlpese que, en aras de no ser reiterativo, las
reserve para mi disfrute. Pero no me resisto a compartir un párrafo tan excelso como éste:
“Coloque la
bisagra inferior separada y colóquela en la bolsa, extraiga la bisagra inferior
izquierda de la bolsa y coloque la bisagra inferior izquierda en el orificio
inferior de la izquierda del congelador y apriete el perno .Para conectarla
correctamente, tras fijar la cubierta inferior en la posición normal, alinee la
puerta del congelador en el perno de la bisagra inferior. Invierta la bisagra
media separada y la bisagra de la hoja para montarlas. Coloque el casquillo y
la arandela juntas para apretar el perno. (Al apretar el perno, tenga cuidado
de no arañar el embellecedor de la tapadera de la parte superior de la puerta
del congelador).“ Sobran comentarios.
Y termino con la frase que cierra el capítulo y la
obra, y que, de forma magistral, logra transmitir con el mínimo de palabras
toda la paleta de sensaciones que hemos experimentado durante la lectura:
“El proceso de
inversión del sentido de apertura de las puertas no está cubierto por la
garantía.”
¿Se puede pedir más?